Marrakech

Laura Casielles

Audio realizzato a Madrid, Spagna, il 28/08/2015 da Alessandro Mistrorigo

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Marrakech

HISTORIA CONTEMPORÁNEA

No la gloria de la invasión, sino la gloria de la bienvenida
No la alegría de vencer, sino la de vivir
No la barbarie de la violencia, sino la urbanidad de la astucia
(Adonis)

Youssef Ibn Tachfine, rey bereber,
sacó a las tribus del desierto para fundar la ciudad rosada.
Corría el año 1062
de nuestra era; era
su intención tener una atalaya
desde la que seguir cabalgando hacia el norte
para extender su manto sobre mares y valles. 

Youssef Bennani, herrero experto,
funda la ciudad todos los lunes,
cuando coge un taxi colectivo en la plaza de arena
y llega pronto a la tienda de Sidi Ismail
y se quiebra las manos haciendo filigranas de faroles
y retorcidas patas para mesas de cobre. 

Hassan Kintawi -camarero, pícaro,
tostador de brochetas, por encargo lo que quieras-
funda la ciudad todos los días
ayudando a montar el puesto ciento doce
de la plaza de Jema El Fná,
diciendo guapa, pretty, ven conmigo
a las chicas risueñas, recogiendo
los restos de las cenas.
Fatima Kintawi, su mujer
desde hace trece años y cinco
niños, funda la ciudad a cada hora,
con su quedarse en casa. 

John, Paul, Dora, Leslie
y todos sus amigos del gran autobús
fundan la ciudad cuando pisan con sus chanclas
ese mosaico azul,
cuando compran cuero y hacen fotos,
cuando se alojan
en la que fue la casa de Fadua y sus hermanas. 

Fadua y sus hermanas,
que viven ahora en las afueras,
fundan la ciudad cada vez que la recorren para llegar al barrio
y visitar a sus viejos amigos. Sus viejos amigos
fundan la ciudad cada vez que invitan a un tajine a un extranjero
y le dicen: cuéntanos, cómo se vive allá, queremos ir.

Ghita Larguich, que prefiere que la llamen Rita,
funda la ciudad cada vez que va al Zara del barrio de Guéliz
y compra un bolso made in China para ponerse el viernes
de camino a Pachá. Mohammed Larguich, padre de siete,
funda la ciudad cada vez que el viernes
sale antes del trabajo para llevar a su familia a rezar
a la gran mezquita que señala la torre Kutubía. 

Youssef Ibn Tachfine, rey bereber,
le dio nombre a la ciudad y dio también la orden
de tallar las primeras fuentes. 

Mohamed funda la ciudad cada vez que dice baaaaalaaaakal pasar con su burro, Hanae funda la ciudad cada vez que ríe a carcajadas en la calle,
Carrefour funda la ciudad cada vez que desembala en ella un camión de fruta angoleña,
Said funda la ciudad cada vez que escribe una noticia en su nueva revista que va a durar. 

Salma funda la ciudad siempre que sale
a pasear en torno a las murallas
-rojas ya bajo esta luz del crepúsculo-
y sueña a sus ancestros
cabalgando monturas andaluzas
para entrar altaneros en la capital del sur,
y entonces ve deslizarse un gato bajo un coche,
y eso le hace pensar en su amor tan esquivo,
y le manda un mensaje diciéndole que si nos vemos
a las siete delante del Club Med, pero no tardes.

Nosotros somos los fundadores de la ciudad.

No hay nombre antiguo ni lejano que tenga la culpa de nuestros pasos. 

Llegar antes
es solo
llegar antes. 

“Las señales que hacemos en el mapa” (Libros de la herida 2014)